Por Jean Routchenko

Lugar en la pareja

Muchos desórdenes amorosos vienen por creer que tenemos “ese” lugar en nuestra pareja cuando en realidad tenemos otro bien diferente.

Como la familia (ascendentes y colaterales), la pareja (con o sin hijos) es un territorio jerarquizado donde cada miembro tiene su función y misión.

Las dimensiones de este territorio son las mismas que para la familia pero con unos cuantos matices.

  • El lugar para el registro civil o el libro de familia aquí corresponde al lugar social definido a partir del género.
  • El biológico, que corresponde a la función de reproducción.
  • El arcaico, la misión y el papel arcaico que tiene que desempeñar en función de su género, sin olvidarse del papel arcaico familiar.
  • El simbólico, a quién representa su pareja y quién representa uno mismo para su pareja.
  • El psicoafectivo, el lugar que ocupa en el corazón de su pareja.

Para comprender el lugar en la pareja, es importante empezar por entender por qué y cómo hemos elegido a nuestro compañero de vida.

Aunque formar una pareja nos parezca un proceso consciente, en realidad nuestro consciente está totalmente manipulado por nuestro inconsciente en este tema.

Sin menospreciar otros aspectos, me centro en tres componentes del inconsciente que están presentes en mayor o menor medida en todos los casos:

  • el inconsciente bio-lógico, que con sus reglas ha permitido que la vida se perpetúe en la tierra desde hace más de 850 millones de años.
  • los inconscientes familiares y del clan que, gracias a sus informaciones y estrategias, hacen que la familia “Pérez” siga existiendo tras más de cincuenta generaciones y que la familia “Pepito” ya se haya extinguido tras la séptima.
  • el inconsciente afectivo individual en el aspecto freudiano de la identificación parental.

Todo esto tiene que analizarse dentro de la dinámica de la pareja para poner de manifiesto las posibles paradojas.

El inconsciente bio-lógico:

Como explica muy bien Laurent Daillie (ver en esta web su artículo “La bio-lógica de la pareja”), el inconsciente biológico nos manipula todo el tiempo en este tema. Su obsesión es que nos reproduzcamos y que nuestra descendencia sea sana, viable y cada vez mejor adaptada a su entorno. Al estar en juego la supervivencia de la especie, no duda en intervenir muchísimo en la elección de nuestra(s) pareja(s).

En este tema se rige por 4 grandes reglas:

  • La selección natural.
  • La adaptación a la presión del medioambiente / entorno.
  • El rendimiento.
  • La transmisión del carácter adquirido.

Nos dirige para que encontremos la pareja ideal para reproducirnos. Compatibilidad y diversidad genética, mejor adaptación físico-mental al entorno de las crías, mejor capacidad en resolver los conflictos intrínsecos propios de cada género, mejor capacidad en disponer de recursos para sobrevivir, mejor organización para llevar a la madurez la descendencia, etc., son criterios que analiza todo el tiempo. En sus análisis cuenta principalmente con las ayudas de la biología (feromonas, hormonas, etc.), de la morfología (caderas, pechos, torso, brazos, piernas, peso, etc.) y la psicomorfología innata (rasgos de carácter en función de la cara).

Como el inconsciente biológico no diferencia entre real, simbólico, virtual e imaginario y tampoco entre pasado, presente y futuro, puede fácilmente confundir ciertos aspectos como por ejemplo un incesto simbólico de hoy con uno real del pasado. Lo que no nos ayuda a simplificar la vida…

En resumen, poner consciencia en nuestro pasado biológico, evitará que seamos tan fácilmente manipulables a la hora de elegir a nuestras parejas.

El inconsciente familiar y del clan:

Este inconsciente, puesto en evidencia por Maria Torök y Nicolás Abraham contiene, entre otras cosas, las memorias de los éxitos y fracasos, de las alegrías y de los sufrimientos, las seguridades y los miedos de la familia y del clan desde su génesis.

Igualmente tiene memorizado el correspondiente código ético-moral que ayuda a alejar de los peligros que puede representar la vida en sociedad propia a nuestra especie.

A cada momento se actualizan y se integran los últimos datos para que las siguientes generaciones estén mejor preparada para la supervivencia. Estas improntas representan una parte de los llamados caracteres adquiridos.

Se reciben como herencia genética a la concepción y crean en los miembros de la familia a la vez un bagaje de recursos y unas misiones para mejorar la descendencia.

Las memorias que corresponden a los éxitos, las alegrías y las seguridades suelen ser considerados como dones y talentos.

Las que corresponden a los temas negativos no resueltos (fracasos, sufrimientos y miedos) suelen ser los que se transforman en misiones de “reparación”.

El psicólogo clínico francés Marc Frechet observó que, en función de la energía psíquica de los padres desde el momento de la concepción hasta los 3 años de vida, se polarizan ciertas memorias en detrimento de otras, invistiendo al niño de una verdadera misión. Y llamó a este proceso el “proyecto sentido gestacional”.

Corresponden a las proyecciones de los padres sobre su descendencia para que ésta sepa lo que tiene que hacer para adaptarse mejor a la presión del entorno y mejorar el linaje.

Por desgracia, estos proyectos sentido gestacional, estas proyecciones, son en la mayoría implícitos e inconscientes, lo que no facilita la vida del individuo. Muchas veces lo llamamos predestinación.

Pueden ser de diferentes tipos en función de la historia familiar y de la posición en la hermandad.

Por ejemplo, una paciente que era la última nacida de su familia y cuya diferencia de edad con la penúltima era grande tenía como Proyecto Sentido Gestacional (P.S.G.) el “tener que ocuparse de sus padres cuando fueran mayores”. Lo que le dificultó encontrar o mantener relaciones de pareja ya que tenía que estar disponible cada vez que sus padres lo necesitaban.

Tuve otra paciente cuya madre se casó por obligación y se arrepintió toda su vida porque no era feliz. Ella, cada vez que una pareja le hablaba de casarse, rompía la relación. El mensaje de su PSG era del tipo “casarse causa infelicidad”.

Otro caso más, un paciente cuyo el mayor drama de su padre fue la muerte prematura de su madre (la abuela del paciente) se casó con una mujer cuya fecha de nacimiento era la fecha de defunción de su abuela. Manera de reparar el drama de su padre trayendo a casa y viva a su abuela fallecida.

Y podría dar muchos más ejemplo, cada uno correspondientes a dramas no resueltos del pasado más o menos lejano y que se transformaron en verdaderas misiones y/o prohibiciones.

De manera general, existen dos maneras de vivir las consecuencias de los dramas no resueltos: la fidelidad o la reparación. Desde luego con diferentes grados de influencia sobre la vida del individuo.

Lo ilustro con dos ejemplos:

Una paciente que no lograba tener hijos, supo que su madre biológica murió en su parto. Su padre volvió a casarse rápidamente y la niña siempre llamó a la segunda esposa mamá pero nadie lo contó la historia de su verdadera madre. Pero en ella quedó grabado el mensaje de “tener hijo es mortal” y su biología se las ingeniaba para evitarlo a toda costa: cistitis crónica, miomas, infecciones del cuello de útero, etc. para evitar al máximo tener relaciones sexuales. Estaba en fidelidad.

En cambio, otra era primogénita y hija única debido a que sus tres hermanos murieron o al nacer o en su primer año de vida provocando un gran sufrimiento en la familia y casi la muerte de su madre por las complicaciones posteriores a los partos. Ella también tenía un mensaje de muerte ligado a los nacimientos y los partos, pero primero se casó con un viudo que tenía 4 hijos y después tuvo 5 con él. Estaba en reparación.

En resumen, es en buena parte en función de la gestión de las fidelidades y reparaciones familiares que elegimos a nuestras parejas para que nos ayuden a cumplir con nuestro cometido. Conocer y hacer el inventario de los diferentes eventos que marcaron la vida de la familia y del clan, permite poner más consciencia en nuestras elecciones y saber qué papel y qué lugar simbólico otorgamos a nuestras parejas.

El aspecto freudiano del inconsciente afectivo individual:

En cuanto a la teoría, os reenvío directamente a dos libros del Dr. Sellam (“El secreto de los amores difíciles” y “La Homo Sex Dualidad”. Ed. Bérangel) donde se explica muy bien la identificación parental tipo Edipo o Electra así como todas sus variantes.

En cuanto a la práctica, decir que esta identificación también nos hace muy manipulables. Al fusionar las nociones de bienestar y felicidad con una tipología y una morfología crea en nosotros un modelo de referencia que deseamos volver a encontrar.

Cuando uno conoce a alguien, hace que inconscientemente se fije en los rasgos unarios tangibles que puedan existir con su modelo. Y si los encuentra, crea la ilusión de que es la misma persona y que por lo tanto va a recibir las mismas atenciones afectivas.

Una paciente que siempre reprochaba a sus parejas ser demasiado femeninas, al entender que su modelo de referencia era su abuela materna, se dio cuenta que por un lado su “niña” se sentía atraída por todos los hombres de comportamiento femenino y por otro lado su adulta tenía necesidades totalmente diferentes. Y resolvió su temática dando a su pareja su verdadero lugar y no pidiéndole ser su abuela.

El elevar al consciente esta identificación parental permite saber cuales son las características comportamentales y afectivas que el “niño/a interior” exige que  cumpla la persona encontrada, por parecerse a su modelo de referencia.

En resumen, el estereotipo que hemos creado en el periodo de la identificación parental suele empujarnos hacia personas que, por semejanza al modelo, puedan saciar las necesidades afectivas del niño/a interior. Conocer esta identificación permite tener mayor consciencia en nuestra manera de elegir una pareja así como evidenciar las diferencias que hoy existen entre las necesidades afectivas del niño/a y del adulto/a. También permite ver que lugar hemos pedido a nuestra pareja que ocupe.

Determinación del lugar en la pareja:

Llegado a este punto, se entiende que intervienen múltiples factores en la determinación del “lugar en la pareja”. Y que el número de combinaciones posibles entre las diferentes dimensiones del lugar y de las influencias de los inconscientes es casi ilimitado. Pero para cada persona y cada pareja existe una sola combinación.

Estos dos casos sencillos como ejemplos:

  • Una mujer que a nivel biológico era 4ª y por lo tanto había nacido pre-formateada para asumir una función paternal en la familia y por consecuencia tenía comportamientos masculinos.

Con las parejas que tuvo, tenía dificultades para asumir una función materna y aceptar tener hijo, lo que llevaba al fracaso de la relación.  Hasta que encontró un primogénito tanto a nivel registro civil como biológico que le permitió no tener que asumir la función paternal y entonces poder coger la función arcaica propia de su género.

  • Un hombre, cuya mujer era doble de su queridísima abuela, tenía con ella un comportamiento de “nieto consentido” que hacía insoportable la relación. Es cuando se dio cuenta de ello que logró desfusionar a su pareja de su abuela. Su comportamiento cambió totalmente y así pudo devolver a su mujer su identidad real y su legítimo lugar.

Encontrar la combinación que permita que cada uno pueda ocupar su verdadero lugar es lo que proponemos en nuestra terapéutica.

Con cada persona, se revisan los diferentes criterios procedentes tanto de la familia de origen como de la pareja para determinar el verdadero lugar de cada uno y evidenciar las posibles paradojas producidas. Y, a partir de aquí trabajar sobre cómo se gestionan.